Parece que la carrera por la personalización es una de las constantes del sector del MTB. Se trata, en general, de montajes a la carta ofrecidos por el constructor, pero también ocurre en muchas ocasiones que es el propio usuario quien tunea su bici, que se convierte de alguna forma en una extensión de su personalidad. Dime cómo es tu bici y te diré quién eres.
Esta tendencia no es exclusiva de este sector, evidentemente. Los constructores de vehículos ya disponen desde hace tiempo de configuradores en sus páginas web. De esta forma es el cliente quien va pasando pantallas eligiendo colores, texturas, motorizaciones, extras y otras opciones. Al final: un precio, unas opciones de financiación y ya puedes lanzar tu pedido a fábrica. A partir de ese momento toca esperar. Otro momento delicado, claro está.
Sí, la personalización forma parte del imaginario colectivo de la postmodernidad. La individualidad busca formas en las que expresarse y aunque por detrás haya luego comportamientos gregarios relacionados con la marca o los estilos de vida, de lo que se trata en principio es de satisfacer eso que dices que te define. Por eso, esta línea de trabajo parece que debería ser prioritaria para cualquier fabricante.
En MTB la personalización es sencilla por cuanto una bicicleta no deja de ser un artefacto modular. El conjunto final es la suma de partes, cada cual hija de su madre y de su padre, y el usuario o el constructor pueden jugar con un número de opciones que tienden a infinito. Pero también puede tratarse de detalles más estéticos: el caso más evidente, la pintura. ¿Quién no querría lucir una pintura exclusiva? Incluso con un argumento añadido: la defensa ante un hipotético robo, por ejemplo.
Las técnicas de gestión y de manufactura avanzan como para poder ofrecer cada vez mayores grados de personalización. Es una lógica que se impone. Los usuarios, organizados de diferentes formas, interactúan entre sí también para personalizar sus bicicletas. Comparten conocimiento para terminar disponiendo de artefactos únicos, consecuencia de un aprendizaje activo. Cada cual se autoafirma hasta llegar a reconocerse como individuo único también por la bicicleta que monta.
Hoy hablamos de personalización masiva. Podemos hacerlo en tanto que la digitalización permite transferencia de información sin apenas coste. Todo pasa además por un conocimiento específico de cada cliente, que pasa a convertirse en un nicho diferenciado de mercado. El cliente pasa a ser un conjunto de datos explotables para predecir su comportamiento de compra. Esta es la pelea actual: conocer a cada cliente para formularle ofertas que no pueda rechazar. La artillería empresarial no se anda con tonterías: fuego a discreción 😉
Por cierto, desde otra perspectiva, ¿qué hay de la oferta de bicicletas artesanales? Otro punto de vista, ¿verdad?