Ya se sabe que el sector del MTB no será lo mismo a partir de la incorporación de la asistencia al pedaleo mediante motores eléctricos. Parece que hay acuerdo unánime en que el equilibrio de fuerzas saltará por los aires. No es solo que ese nuevo componente, el motor y la forma en que asiste al pedaleo, traiga nuevos agentes al sector, sino que estos agentes son gigantes multinacionales que, en función de cómo quieran implicarse, pueden reventar la banca.
En la medida en que la entrega de potencia sea cada vez más acertada y que el peso de las baterías se contenga, las bicis que hoy conocemos como MTB puede que terminen por ser «las menos». Pero no anticipemos acontecimientos. Estamos en plena efervescencia del fenómeno e-MTB y estos próximos años pondrán a cada cual en su sitio.
Lo que parece que aún no se llega a captar es otra revolución probablemente más poderosa que la del e-MTB. Me refiero al E-MTB. ¿Por qué esa letra e con mayúscula? En cualquier otro sector la e por delante supone electrónica, digitalización, disrupción 4.0 y toda esa fiesta de nuevas tecnologías que definen la industria avanzada. En cambio, cuando se habla de bicis, la e por delante se refiere al motor. Pero esta e minúscula oculta el gran salto: el que proviene de los datos. Por eso E-MTB, para insistir en que el salto de verdad llega con los datos, más allá de la extensión del uso de las bicis eléctricas.
¿Quién estructura el sector del MTB hoy en día? Un Shimano ha podido disponer de ese poder en tiempos recientes. Es posible que Bosch, Yamaha o Panasonic -por citar marcas que todos conocemos- puedan ocupar ese trono en un mercado inundado de bicis eléctricas. Pero, ¿de dónde vienen los negocios hoy en día? De los datos traducidos en información. ¿Y quién tiene los datos hoy en día? Sí, la marca los persigue a través de sus distribuidores y de sus intensos esfuerzos por interactuar con el usuario final. Pero, hoy en día los datos los tiene Strava. Y esto cambia las reglas del juego; vaya si las cambia.
Strava no necesita fabricar bicicletas ni siquiera dispositivos para capturar los datos. Eso lo hacen otros agentes de la cadena de valor. Strava proporciona la experiencia de compartir y competir con los datos. Strava sabe con qué bicis andamos, por dónde lo hacemos y de qué forma. Strava juega en la liga de las economías de plataforma: ofrece un servicio a sus usuarios a cambio de proporcionarle información. Strava es MTB a través de una pantalla, es E-MTB como no lo habíamos conocido antes.
¿Qué debe hacer hoy en día una marca de MTB ante Strava? Creo que en cualquier reflexión estratégica la pregunta es obligada: ¿quién maneja los datos en este sector?, ¿qué tipo de datos?, ¿es un factor crítico para ganar en competitividad? Una empresa que no sea capaz de captar datos va a sufrir. El E-MTB salta a un plano que conduce a las marcas tradicionales a repensarse: qué ofrezco en el plano digital. Sí, quiero proporcionar una auténtica experiencia a mis usuarios, pero ¿qué ofrezco de digital en esa experiencia? Una gran parte tiene que ver con soportes para conseguir datos: las interacciones digitales dejan huella y permiten una analítica hasta ahora desconocida.
El MTB va de disfrutar en el monte, de sudar, de barro, de pedalear y fundirse con el medio natural. Pero en pleno siglo XXI esa experiencia es solo la media naranja. La otra media tiene que ver con la enorme cantidad de datos que pueblan esa experiencia sensorial. Provengan de la propia bici, de nosotros como practicantes de MTB o del movimiento que llevamos a cabo. Esos datos comparados con otros datos son el santo grial de los negocios contemporáneos. ¿Cómo adentrarse en este nuevo E-MTB? ¿Hablamos de e-sports? ¿Hablamos de Strava? ¿Hablamos de pantallas? ¿O seguimos hablando de bicis por el monte? ¿O todo es lo mismo, solo que reinsertado en 2018?
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