De un tiempo a esta parte, alguien ha debido de convencer a quienes gobiernan un territorio que el ciclismo puede generar riqueza económica. Lo dejábamos entrever al hablar de Andorra como paraíso ciclista. Se trata de aprovechar ciertas condiciones del lugar en cuestión para hacer de él un destino prioritario para quienes gustan de andar en bici. Pongamos el ejemplo del ciclismo de carretera. ¿Qué necesita un territorio para resultar particularmente atractivo a esta gente de piernas depiladas y seguidores fieles de los Velominati?
- Paisaje, entorno, vistas agradables, riqueza de su patrimonio. Supongo que es condición necesaria, aunque no suficiente porque, claro está, hay que añadir más incentivos a los que vienen asociados per se al territorio en cuestión. En cualquier caso, el lugar debe merecer la pena por sí mismo.
- Servicios orientados a quien pedalea: oferta hotelera y de restauración, talleres y tiendas especializadas. También facilidad para acceder a las rutas, sea en GPS u otros formatos, y con información específica para quien pedalea.
- Cultura ciclista. Algo que puede venir en origen o que haya que ganárselo poco a poco. Carriles bici, respeto al ciclista y, en general, una convivencia digna con quienes pedaleamos. Señales específicas para ciclistas, como las típicas de los puertos de montaña, siempre ayudan. La cultura también necesita elementos tangibles en que apoyarse.
- Climatología benigna, algo que puede resultar fundamental. Siempre pienso en las Islas Canarias, las Islas Baleares, Andalucía o la costa mediterránea, por ejemplo. Son lugares que disponen de una ventaja competitiva nada desdeñable.
- Apoyo institucional, un quinto elemento que debe servir como catalizador para que todo fluya en la dirección correcta. La labor de promoción (hacia el exterior y también hacia la propia ciudadanía del territorio) y de concienciación es fundamental.
La pugna es importante y cada destino puede jugar sus bazas particulares. De hecho, convendría segmentar los destinos ya que pueden venir asociados a elementos concretos: acompañar las clásicas de primavera en Bélgica con sus famosos adoquines, subir los puertos míticos de los Alpes o de los Pirineos, cruzarte con algún que otro profesional de primer nivel porque entrena por la zona o pedalear a 20 grados en pleno mes de enero. Cada destino debe buscar su diferenciación.
Así pues, el ciclismo se descubre, por tanto, como un agente económico amable, capaz de acercar a un territorio a personas que llegan para disfrutar de su pasión. Toda una oportunidad por modelar.
La imagen corresponde a un sencillo anuncio de bienvenida a los ciclistas en la ciudad de Ajax en Canadá, junto al lago Ontario, un simple detalle que, de entrada, te predispone en positivo 🙂