Me resulta muy curioso lo que ha propuesto la dirección del Tour de Francia al presentar el recorrido del año próximo: prohibir el uso de los potenciómetros en carrera. Lo digo porque al tiempo que para un ciclista profesional estas tecnologías se vuelven indispensables a la hora de conocer y mejorar su rendimiento, en cambio parecen no sentar tan bien al mundo del espectáculo. Sería curioso organizar una investigación en torno a qué entienden los aficionados por «espectáculo». A lo mejor necesitábamos todos un poco de cordura.
Deporte y espectáculo: a día de hoy nadie se plantea poner en cuestión semejante vaca sagrada de los tiempos modernos. Las marcas acuden en la medida en que haya espectáculo. Los aficionados quieren pasarlo bien delante de sus pantallas. Es entretenimiento, es opio para el pueblo. Nada nuevo. El espectáculo, ya lo decíamos hace unos cuantos posts cuando hablábamos de la presencia de Red Bull TV en el circo del MTB. O hay espectáculo y las masas lo consumen o esto no funciona.
Los potenciómetros son un nuevo juguete para quienes disfrutan con los datos que rodean la práctica del ciclismo. Strava, el rey de la comparación, lo sabe. ¿Quien no quiere medirse con el vecino de al lado, con el colega de la cuadrilla o con un ciclista profesional de primer nivel? Los datos están ahí para hacer de la experiencia algo más adictivo. En la comparación está en la gracia y a partir de ahí que cada cual construya su camino de progreso y motivación personal. Así funciona.
Así que el Tour de Francia, espectáculo de primer nivel, no puede permitirse que semejantes tecnologías vayan en detrimento de las audiencias. Si Peter Sagan dijo que el ciclismo se volvía aburrido, qué más querían los organizadores del Tour: fuera potenciómetros en el momento cumbre, ese en el que hay que dar espectáculo sí o sí. Recuerdo la victoria de Oscar Rodríguez, del Euskadi-Murias en la última edición de la Vuelta. Cuando le entrevistaron en meta le preguntaban si temía reventar en la subida final, al adelantar a Rafal Majka y a Dylan Teuns. Pues bien, el chaval lo tenía claro: yo iba mirando lo que me decía el potenciómetro. ¿Perdimos espectáculo? No es tan evidente, ¿no?
En cualquier caso, pongo el tema sobre la mesa porque los datos rodean hoy todo lo que se menea. El ciclismo tiene un antes y un después a partir de que ciertas tecnologías se normalicen. Pueden tener que ver con el rendimiento o con su retransmisión. El circo necesita cautivar a las audiencias. Las marcas están si los números lo justifican. Así es como está montado el espectáculo: el del ciclismo y me temo que el de la sociedad actual. Para lo bueno y para lo malo.