Mañana día 12 de julio hará uno año que defendí la tesis doctoral. Fueron 150.000 palabras agrupadas bajo el título Innovación de usuario en el sector de la bicicleta de montaña: el caso de la comunidad online de la Orbea Oiz en ForoMTB (texto completo descargable aquí). Mira uno para atrás y, a pesar de ciertas dudas que siempre acompañan a las decisiones importantes, creo de verdad que mereció la pena. Aprendí a investigar de una manera en la que nunca antes me había puesto a hacerlo. Tres años largos dedicados a un fenómeno único en torno a un modelo de bicicleta de montaña en concreto. Pues bien, van tres reflexiones en este post con la distancia que dan 364 días.
1. Investigar con rigor es el fin último.
Más allá de las conclusiones que cada cual obtenga, el doctorado nos enfrenta a un diseño de investigación. Este fue mi gran descubrimiento. Claro que el asunto en concreto debe ser algo con lo que nos enganchemos y que nos entusiasme, pero lo que de verdad importa es el rigor de la investigación que vamos a llevar a cabo. Hay que dibujar una lógica global, hay que convertirse en arquitecto y elegir bien las piezas. Todo esto siempre teniendo en cuenta la complejidad del fenómeno que investigamos. En mi caso enseguida me condujo a triangular métodos y entremezclar enfoques: necesitaba lo cualitativo pero sin renunciar a técnicas cuantitativas.
2. Tenemos que sacar el doctorado a la calle.
Con esto me refiero al hecho de que, en general, este tipo de investigaciones se conducen por carreteras apartadas a la vista del gran público. Parecería que el país de la Academia viviera apartado de la comunidad internacional, con escasos intercambios. Mi manera de forzar a la investigación en curso a compartir lo que pasaba en aquel ignoto territorio fue abrir este blog que hoy puedes seguir leyendo. Con el tiempo se acabo convirtiendo en una piedra angular de todo el edificio y aquí seguimos, alimentándolo con nuevo contenido. Queda pendiente, como decíamos el otro día, generar un vídeo que facilite entender qué fue lo que investigamos en el doctorado, cómo lo hicimos y qué conclusiones obtuvimos. En esta línea, también tenemos el compromiso de escribir un artículo resumen de 1.500-2.000 palabras. Y no quiero renunciar aún a publicar un libro en su día.
3. Si no te apasiona, pierde encanto.
El camino hasta llegar a la defensa de la tesis doctoral es largo. Además, de vez en cuando aparecerán crisis sistémicas por muy diferentes motivos: nuestra propia convicción, datos que no concuerdan o el pozo sin fondo en que parece convertirse de vez en cuando el proceso. El mejor antídoto para convertir esas crisis en avances es nuestra pasión por lo que investigamos. Debemos sentir un cosquilleo de placer cada vez que nos ponemos manos a la obra con la investigación. Aquello que hayamos elegido como objeto de nuestro trabajo debe pasar la prueba del algodón: sí, nos encanta y le dedicaremos todo el tiempo que necesite. Eso sí, con un sentido de la realidad porque no contamos con recursos infinitos. Vale que nos apasione, pero con cordura y con la frialdad suficiente para no conducirnos a una espiral sin final.
4. La investigación debe continuar.
¿De verdad crees que con la defensa de la tesis acabó el asunto? No lo creo. Cada vez que escarbamos con profundidad en torno a cualquier asunto descubrimos ignorancia. Aparecen nuevas dimensiones que exigirían un tiempo del que no dispondremos por aquello de que tenemos que concentrar esfuerzos. La tesis termina con la identificación de nuevas líneas de investigación. Algo que habrá que hacer con ellas, ¿no? ¿No sería lógico probar con algunas de ellas? Por supuesto que a la defensa final de la tesis seguirá una cierta depresión postparto, pero cuando eso pase, lo lógico, si podemos, sería continuar hurgando en tierras cercanas.
5. No dejes que pierda valor.
Cuando he comentado con algunas compañeras y compañeros de la facultad, suele ser bastante habitual que uno acabe renegando en parte de lo que fue su tesis doctoral. Es evidente que el paso del tiempo relativiza el trabajo desplegado y que acontecen nuevos fenómenos que, como no podía ser de otra manera, cuestionan los resultados que alcanzamos. El conocimiento que se desarrolla en un doctorado vive pegado a cierta fecha de caducidad. La ciencia progresa a base de sepultar ciertos descubrimientos previos. Así pues, es lógico que nuestra niña bonita pierda belleza y frescura con el paso del tiempo. ¿Cómo mantenerla lozana? Me vuelvo al punto anterior: hay que seguir investigando.
En fin, aquí seguimos un año después. Con la ilusión de que aquello que investigamos nos conduzca a nuevos retos. Ahora mismo, por ejemplo, llevo ya casi medio año con una investigación muy similar a la del doctorado pero en otro sector muy diferente: máquina-herramienta. A ver si algún día escribimos sobre ello.