No me queda ya ninguna duda de que la bicicleta sale reforzada tras la pandemia. Hablando con gente del sector ya no me quedan dudas. Eso sí, el comercio local –determinado tipo de comercio local– puede sufrir con la crisis. Sin embargo, el sector en su globalidad va a salir reforzado. ¿Por qué? Sobre todo por el papel que se asigna a la bicicleta como modo de transporte sostenible en un contexto en el que se necesitan alternativas para distribuir mejor los desplazamientos. En la ciudad es más que evidente que el futuro (y el presente) es de las bicicletas. No hay sino mirar a Europa. Pero no solo se trata de ciclismo urbano.
Además, la pandemia nos hace reconectar con estilos de vida saludables. En muchos casos, de acuerdo, es más deseo que realidad; pero la preocupación por cuidarnos ha ganado peso en el conjunto. Queremos practicar deporte y sentir que somos capaces de oxigenar nuestro cuerpo, de que los músculos se activen y que eso se traduzcar en bienestar. Cada cual a su nivel. Y ahí la bicicleta sigue ofreciendo posibilidades para un ejercicio que puede ser moderado o hasta donde quieras exprimirte. De ti depende, pero ahí tienes la bici para que te ayude.
Y en todo este escenario no hay que olvidar un nuevo producto que marca un antes y un después: la bici eléctrica. Asistimos a un concepto transversal a cualquier modalidad de práctica de ciclismo. Si alguien pudiera pensar que estamos ante un fenómeno básicamente urbano, ya lo puede ir quitando de la cabeza. Las bicis eléctricas se ven en el monte cada vez con más frecuencia. Y solo hemos comenzado. La asistencia al pedaleo es un recurso para democratizar subidas… y mucho más. Si la edad o la condición física ponen límites, la bici eléctrica las mitiga.
Desde luego que hay que repensar los modelos de distribución porque el comercio electrónico continúa al alza. La pandemia lo ha convertido en la manera en que compramos por defecto. Frente al comercio local y su tienda física el boom de las ventas online obliga a repensar la forma en que distribuimos las bicis. Eso sí, ¿quién va a hacer el mantenimiento y las reparaciones? Hace un par de días llamaba a mi tienda de confianza y me decían que el taller estaba a reventar. Busqué alternativas y enseguida me di cuenta de que ahora mismo quizá no hay capacidad para satisfacer la demanda. Y hasta donde soy capaz de adivinar, el taller es un lugar físico difícil de repensar online por mucho videotutorial y tendencia do-it-yourself que queramos destacar.
Mientras todo esto sucede, hay quien está moviéndose para ofrecer también alternativas desde la perspectiva del turismo. Si crece la sensibilidad por la vida saludable, por el ejercicio físico, y también por un contacto más auténtico con el territorio, la consecuencia debe ser que emerja el turismo sostenible. ¿Por qué lo digo? Porque creo firmemente que el cicloturismo tiene que repuntar como alternativa de viaje experiencial para los tiempos post COVID-19. Frente al turismo masivo de sol y playa (no nos engañamos, seguirá siendo masivo) aparece una opción mucho más respetuosa con el territorio y sus gentes. Los caminos están ahí para ser pedaleados y la península ibérica sigue siendo un destino fantástico por su diversidad y clima. No puedo no ser optimista.
Dicho lo anterior, el comercio minorista está pasándolas canutas. Y lo mismo, seguro, muchas pequeñas empresas que ofrecen servicios alrededor del cicloturismo. Con este panorama, conviene destacar a quienes se mueven para buscar salidas. Rutas Pangea, ese fantástico proyecto del que ya hemos hablado aquí, ha puesto en marcha una serie de webinars para entender lo que está sucediendo y para buscar futuro en el sector. Insisto, la bicicleta va a salir reforzada. Pero es tiempo de proponer nuevos modelos de negocio, de colocar el foco en la experiencia que se proporciona a quienes quieren probar esta nueva forma de viajar y hacer turismo post COVID-19. Es tiempo de impulsar el sector también a través de editoriales de aquí como Libros de Ruta o Cultura Ciclista. Es momento de buscar a una clienta y a un cliente que quizá hasta ahora no lo eran. Hay que amplliar la base social de la práctica de la bicicleta, sea como medio de transporte en nuestros pueblos y ciudades, como deporte de mayor o menor exigencia o como base para una experiencia viajera y de turismo inolvidable.
El sector va a crecer. Por mucho que haya un problema real y concreto ahora mismo con la facturación debido a las restricciones de movimientos por la pandemia y el cierre obligatorio de tiendas físicas. Decía que se plantea un enorme reto de distribución de producto, pero también en cuanto a cómo se fabrican las bicicletas: con qué cadena de suministro, en qué plazos, con qué modelo de sostenibilidad económica, social y medioamebiental. No puede ser que sigamos haciendo las mismas cosas de la misma forma. Hay que buscar alternativas. Quienes montamos en bici queremos que las marcas contribuyan a dejar un mundo mejor para quienes vengan detrás. El sector tiene que dar ejemplo en muchos sentidos. Es el momento. Tras los nubarrones, el sol está comenzando a brillar y de qué manera. Ya veis, tocaba un post optimista. Sí, pero de un optimismo realista, no tengo duda.
Imagen de Jo Wiggijo en Pixabay.