Los usuarios no esperan: límites a la personalización de producto
Pudiera ser que nos hayamos convertido en una sociedad más infantil con el paso del tiempo. Si es habitual reconocer en una niña o un niño una cierta incapacidad para esperar y demorar la satisfacción de sus deseos, algo parecido pasa con los adultos en la actualidad. Nadie parece dispuesto a esperar en una cola. Sea lo que sea, lo quiero para ya. Un click y el producto o servicio debe llegar (casi) de inmediato. Me temo que la tendencia es imparable y va a más.
Por otra parte, es bien sabido que la disposición a pagar por un producto personalizado es mayor. Si quienes lo van a usar participan de alguna forma en su creación, entonces se activa un mecanismo básico de orgullo que se traduce en mayor tolerancia a precio por encima del estándar. Y no solo eso, porque además será más difícil reconocer errores en el diseño propio. La comunión con el producto es mayor y ese vínculo supone un plus para la marca, que accede a un estadio superior de compromiso con el cliente.
También hay que decir que personalizar debe ser contemplado como un continuo. Hay graduación, no es todo o nada. Desde un simple configurador web (con más o menos opciones) hasta la participación directa en diseño o en fabricación, hay un amplio espectro de posibilidades. Por otro lado, el usuario cada vez dispone de más infraestructura (no tiene por qué ser propia, sirve con el acceso) para personalizar. Marca y usuario, ambos se saben con capacidades para personalizar.
Ahora bien, desde el punto de quien fabrica, ¿qué supone la personalización? Cada vez que hay más opciones, cada vez que se desciende un peldaño y se mira al market-of-one, las exigencias de flexibilidad productiva son mayores. No es lo mismo la fabricación de un solo producto que la fabricación de miles y miles de productos cada cual dirigidos a una persona diferente.
Todo lo anterior es para argumentar que si la personalización supone un plazo de entrega muy largo, el riesgo de que el usuario se esfume es alto. Si me dices que tu bici personalizada me llegará en cuatro meses, adiós. Y no solo se trata de que el usuario actual no lo soporte, porque quienes vienen por detrás (millenials y generaciones siguientes) parece que van a exigir más y más inmediatez. Da igual cómo lo hagas, pero que sepas que lo quiero para ya.
La consecuencia de esto parece evidente: ¿cómo repartir personalización entre marca y usuario? Si este dispone cada vez de mayor infraestructura, ¿no sería lógico repartir tareas? Por aquí hurga von Hippel en su último libro. Algo de lo que ya hemos hablado más veces en este blog por cuanto constituye uno de los ejes principales de nuestra tesis doctoral: la manera en que marca y usuarios se ponen a desarrollar actividades win-win, en nuestro caso mirando a la innovación.
Si te interesa, te dejo aquí enlaces a algunos artículos en los que he tratado la cuestión de la cultura de la inmediatez, Internet y los hábitos de consumo:
- Millenials y trabajo: aquí y ahora o el fin de la empresa
- La inmediatez mató a la estrella de la planificación
- O es ya o no es: ¿quién fabricó al monstruo?
- Internet: el paraíso del mínimo esfuerzo
- El yo-niño, objetivo de la economía de la experiencia
Por otro lado y aunque hay mucho publicado, un artículo interesante sobre el diseño propio y su efecto en la personalización es este: