El viernes pasado mantuve una pequeña reunión con el responsable de la secretaría académica de la facultad para hablar de las fechas en que sería viable defender la tesis. En principio la referencia era diciembre de 2018, pero tras una negociación hemos acordado adelantar el objetivo a junio de 2018. Más presión, pero lo prefiero así.
En realidad, aunque teóricamente tengo dos cursos académicos completos por delante, según nuestra normativa de doctorado, tres meses antes de esa fecha deberé entregar el documento para que lo lean quienes conformen el tribunal a fin de que puedan realizar las observaciones que crean convenientes. No queda sino apretar el calendario y colocar hitos tanto para este curso que está empezando como para el siguiente. En marzo de 2018 debería estar redactada.
Como decía, he leído la normativa académica de doctorado de nuestra universidad y en su capítulo nueve se describe el «documento de actividades personalizado«, que es aquel en el que el doctorando inscribirá «todas las actividades de
interés para el desarrollo del doctorado según regule la comisión académica del programa». Además, se solicita un plan de investigación, «que incluirá al menos la metodología a utilizar y los objetivos a alcanzar, así como los medios y la planificación temporal para lograrlo».
Vamos, nada que no parezca lógico y con lo que en la práctica ya estoy trabajando. A ver si en breve me pongo las pilas para planificar con cierto detalle las actividades que habrá que encajar en la agenda de estos dos próximos cursos académicos.